El frente de una casa es lejos lo más importante del diseño. Es lo primero que se ve desde el exterior, la primer impresión del visitante y lo que define el estilo y el diseño de la casa.
Lo que tiene la época actual, en cuanto a la arquitectura, es la variación y el eclecticismo que muestran los proyectos de las fachadas. Toda época pasada fue definida por un estilo característico y propio que raramente, o nunca, se fundían.
Hoy en día, los estilos se mezclan y aún dentro de ese mismo estilo se combinan conceptos. Tal vez esa sea nuestra característica, eso que va a definirnos dentro de años, cuando nuestros vestigios hayan desaparecido, pero las obras perduren.
¿Y no es ese uno de los principios y fines de la arquitectura? Perdurar en el tiempo. Un resto nuestro atrapado en la historia e inmortalizado. Algo que hable de nosotros, como expresión desesperada de eternidad.
Ya desde el módulo central que avanza hacia delante, las formas son la estrella excluyente de este frente.
El recto dintel principal, juega con la puerta de arco y se refleja en el ventanal superior, donde dintel y ventana van en el mismo estilo arqueado.
Las ventanas en arco de los dos espacios que surgen desde el fondo, parecen en contraposición con las líneas rectas de las ventanas del frente.
El juego de formas continua en la zona del parque. Simétricamente, las plantas topiarias forman figuras gemelas. En la zona verde señalan, marcan y delimitan con mil formas.
De los antiguos palacetes argentinos, tan habituales durante los siglos XVIII, XIX y principios del XX, el Estudio Sespede Arquitectos nos presenta esta belleza arquitectónica.
De estilo neoclásico, pero por su ubicación -rodeada de parques, árboles y lagos- con aires a las antiguas y enormes estancias.
La fachada nos muestra como eran los palacetes argentinos, esos sin los títulos nobiliarios, pero con toda la pompa, el lujo y la elegancia europea.
Dos pisos imponentes, con una galería de columnas que rodea la casa, un primer piso eclipsado por una magnífica terraza y el mirador central como torre. Las molduras de paredes y ventanas son únicas y marcan los espacios de las aberturas.
Ni siquiera la elección del color fue caprichosa, el color rosa en todas sus variantes hasta llegar al rojizo, era muy utilizado en el siglo XIX. Por eso no era extraño encontrar esa extraña tonalidad, tanto en los palacetes neoclásicos, como en las estancias.
Hay varias versiones sobre esa particular predilección por el rosado, la que más hacedero tiene sugiere que es una combinación precisa entre cal y sangre bovina, dada su propiedad hidrófuga y fijadora.
Y si bien el siglo XIX la tuvo como protagonista argentina, se sabe que ese tipo de mezcla ya era usada por los españoles en el siglo XVI y era preponderante en la arquitectura italiana.
La verdad de su utilización nunca la sabremos, tal vez sólo fuera el querer continuar con la idea de color de los antiguos ladrillos coloniales, pero tratando de imprimirle mayor acabado y elegancia.
Este frente de casa estilo escandinavo es de Gingins – Aguirre.
Sigue fielmente la premisa nórdica de armonía con la naturaleza y de tomar el paisaje como inspiración.
Madera y piedra, como gran parte del panorama que nos muestra la Patagonia argentina.
Los ventanales de vidrio abarcan casi todo el frente, divididos en paneles de marcos negros.
Quizás busquen la luz en un clima riguroso, que muchas veces escamotea esos rayitos de sol perdidos en el invierno nevado.
Esta casona rural es un proyecto de Bórmida & Yanzón Arquitectos.
Está pensada con los materiales simples y nobles de la zona, madera de laurel, la carpintería reutilizada de un antiguo convento de mojas a punto de demolición y las pinturas a la cal con tierra rojiza. Y otra vez apreciamos ese color rosado-rojo tan típico de Argentina y sus estancias.
En la planta inferior, un porche en forma de arco da la bienvenida, está rodeada por la galería que culmina en el quincho lateral, que se picó para que se viera el ladrillo, dándole un aspecto rústico.
Desde el primer piso se asoman las terrazas y apreciamos como se mantuvo la parte histórica de la casa de campo, pero con la fachada completamente renovada.
Rusticidad que se mimetiza con el medio ambiente.
Fachada moderna que marca un módulo central y dos laterales. El patio interno superior, asoma en un vano arqueado hacia el doble frente.
Una estructura de piedra semi derruida, nos remonta a esas antiguas entradas a los patios de la colonia española.
Los colores tierra son predominantes, destacándose en un pequeño mirador recortado por el cielo.
Los grandes ventanales y la terraza, ya nos hablan de un estilo mediterráneo acostumbrado a la calidez del sol. El color beige destaca en todo el frente de la casa.
Casi podría decirse que se encuentra separada en tres módulos bien definidos. Uno, el de los grandes ventanales, otro con enormes paneles verticales de vidrio y una puerta doble presentando la misma variante y el último, el de la terraza con pérgola y garage.
Sin dudas, lo más destacado son las cuatro columnas, enormes y cuadradas, que parecen querer llegar hasta el cielo de tejas, formando un pórtico extraordinario.
Hermoso frente estilo inglés. Una fachada que se desprende en dos mitades iguales, como si estuvieran reflejadas en un espejo.
Las puertas con un porche abovedado, se encuentran bajo una mampostería blanca, que las separa del piso superior. A los laterales las ventanas de bahía que permiten una luminosidad increíble.
Las paredes y las chimeneas, con ladrillo a la vista, realzan las terminaciones en color blanco y el tejado oscuro. Las mansardas se elevan sobre el techo simétricamente.
En un terreno complicado e inclinado, se eleva esta construcción. Revestida de piedra antigua y con amplios ventanales.
El banco de jardín en piedra y con diseño rústico, suma al estilo del proyecto.
Estilo clásico con un ojo de buey que parece ponerle el punto al centro de las dos aguas del tejado. Un pequeño alero en madera y tejas oscuras resaltan sobre el fondo blanco de la pared.
Una elevación, oficiando de porche, se cubre con listones de madera a modo de cerco. Carretilla, pala y rastrillo en el mismo tono y colocados cuidadosamente sobre la pared, confirman que nada fue improvisado y todo se encuentra bajo un cuidado desorden.
Estilo asiático para este frente a dos aguas. Sencillez, funcionalidad y las premisas del 'menos es más' lo definirían muy bien.
La belleza de lo normal, lo imperfecto, la naturaleza como base, se ven reflejados en la utilización de elementos nobles como la madera, que cubre más de la mitad de la fachada.
Un estilo que viene del pasado remoto, con todo el acervo tradicional asiático, aportando calidez e intimidad, pero al mismo tiempo amoldándose al estilo de vida moderno y tecnológico.
Lo esencial, sin recargar pero tampoco renunciando a la elegancia o a la belleza, como demuestran estos delicados paneles de vidrio, que dejan entrar el sol naciente.
Destila armonía, sencillez y el concepto asiático de empatía. Dotar de sensibilidad a los objetos para trasladar esa emoción al verlos.
Y sin dudas la sensibilidad de esta casa, se ve reflejada en el cielo.